lunes, 28 de septiembre de 2009

Decisión

“Nunca con alguien de la tripulación. Lo sabías Sez, sabías que no tenías que meterte con nadie de la tripulación… Sabés lo que tenés que hacer ahora, no lo pienses más…”

No podía dejar de pensar en él. Me estaba debatiendo contra la parte de mí que quería salir corriendo a cuidarlo, a estar con él… No, era mejor así…
El solo pensar en él cruzándose en el camino de las balas, o verlo querer combatir con dos heridas graves sangrando a esos mosqueteros eran razón suficiente para tomar la decisión… Si seguía así no iba a pasar mucho antes de que se fuera al otro mundo, y eso iba a ser mi culpa.
“Basta, no quiero pensar más, basta”

-Ire ¿me ayudás a vendarme esto?
-Sí, por supuesto- me dijo ella y me ayudó a limpiar y a vendar la herida, sabía que eso no era suficiente, pero no iba a pedirle nada a Drake, él ahora estaba con Alonso y él necesitaba más atención que yo. Esa herida podía esperar, igualmente no dolía tanto comparado a lo que estaba sintiendo. Prefería mil veces sentir el dolor de esa herida que pensar en lo que iba a tener que decirle a Alonso.
Me quedé sobre la cubierta mirando hacia las luces de Altamira que aún se veían a lo lejos. Ire gritó que ya estaba la comida y al rato Arthur se me acercó con un plato.
-No quiero.
-No es para vos, hay alguien que necesita que se lo lleves.
-Podés llevárselo vos…
-No va a tener el mismo sabor si yo lo llevo.
-Te dije que no voy a llevarlo.
Él insistió así que tomé el plato y lo arrojé por la borda.
Maldición, ¿por qué tenía que seguir pasando por esto?
“Sez ¡sos una idiota!”
Ire dijo que se iba a quedar custodiando, decidí que iba a ser mejor dormirme, para no pensar, no quería pensar más, la decisión ya estaba tomada, pero el dolor que sentía en el pecho no se iba. Cuando Ire me despertó para que la suplante ya había amanecido, vi como el niño y Otman bajaban del barco hacia la capilla.

-¿Quéres que te vea eso?- me dijo Drake viendo la venda.
Me corrí la venda y le mostré, él hizo una mueca y me dijo que había que tratarlo.
-De todas formas tengo que cambiar las vendas- le dije.
Ahora la herida estaba cerrada. Sí, esa herida estaba cerrada.
Aún me pregunto cómo pude hacerlo, la frialdad que le demostré cuando vino a hablarme…
-Sez ¿estás bien?
-Sí…
-Estás enojada conmigo
-No…
-No te creo, algo te pasa.
El silencio entre cada frase me cortaba como si fuera un cuchillo.
-Es que estuve pensando y decidí…
Me quedé callada, se me había formado un nudo en la garganta que me impedía seguir hablando. Él se acercó a mí, yo tenía las manos sobre la baranda y él apoyó su mano sobre la mía. Enseguida la aparté y le dije:
-Se acabó.
Hice ademán de irme pero él me tomó de la muñeca y me frenó.
-Lo ilógico no es morir, lo ilógico es vivir sin un momento de felicidad.
“Sez, recordá cuando se paró frente a vos y las balas le dieron a él”
-Lo que viste no fue real.

Me sirvió entrar a la capilla y ponerme a “rezar”. Entré por curiosidad, pero la paz que había allí me tranquilizó. Cuando miré hacia la cruz vi una imagen, yo estaba en una capilla similar, alrededor muchas personas vestidas con la misma túnica negra, con capucha y una cruz blanca bordada en el pecho…
Ahora ya no era de mi incumbencia, pero sí había algo que podía hacer, si había un dios ahí arriba yo le iba a pedir que lo ayudara a sanar.
Esperé hasta que el niño saliera, le dije que quería saber más de nuestra religión y él volvió a meterse por el mismo lugar donde había salido, era una entrada bastante oculta, los juegos de luces hacían que pareciera invisible, y bajamos unas escaleras hasta las catacumbas. Le dije que me había acordado de una oración y él me dijo que no la repitiera frente a nadie, me enseñó cómo era la oración “común” que debíamos pronunciar. Todo lo que habláramos allí tendría que quedar en secreto, porque si alguien se enteraba de cualquier cosa solo iba a quedar una opción, matar al que lo supiera. Cuando le dije que estaba dispuesta a no decir nada me tomó la mano y me hizo una marca con su uña que iba desde mi muñeca hasta donde empezaban los dedos. Noté que tenía la misma marca en la otra mano, una cicatriz bastante vieja.
Había pertenecido a un grupo secreto de la iglesia, un grupo que se encargaba de custodiar las ruinas, alejando de ellas a aquellos que querían apropiarse de las armas que se encontraban allí. Teníamos como objetivo eliminar a todos aquellos hechiceros que usaran la magia prohibida, por eso él había ido a buscar la lista de los magos que usaban porté.
Estuve hablando bastante con él, me dijo que yo había sido su maestra, y ahora él me enseñaba a mí, y me ayudaba a recordar mi pasado. Le enseñé algunas palabras en mi idioma y él algunas en el suyo, él hablaba el idioma del desierto, por eso teníamos que comunicarnos a través de Otman. Pero yo quería que en el futuro pudiéramos hablar entre los dos sin intermediarios. Sabía que había tenido algo con él, él lo insinuaba pero yo le dije que prefería acordarme por mí misma.
-¿Todavía tenés eso?- dijo mirando el colgante que llevaba al cuello.
-Es lo único que me queda de mi pasado ¿vos me lo regalaste?
-No, fue tu maestro.
-¿Qué significa?
-Son las letras iniciales del lugar donde te reclutaron…
Nos quedamos allí bastante tiempo aprendiendo el idioma de cada uno. Cuando volví al barco fui directo hacia la cocina, tomé las flores que me había regalado Alonzo y las tiré al mar. Verlas alejarse de mí con las olas fue terrible, jamás me había sentido así, jamás había sentido ese dolor… Lloré, sabía que en tres años no había llorado, ni siquiera en la cueva donde me había encontrado Drake. La desesperación que sentía ahora no era igual a la que sentí entonces, era peor.

La capitana me llamó para que me reuniera con ellos en la taberna, sabía que ahora iba a tener que lidiar con esas situaciones, así que fui hacia allí.
-Sí, mi capitana.
Me comentaron algo sobre una región de ese país que se había expandido militarmente casi en una fracción de segundo. Bueno, habían sido dos semanas, pero no entendí demasiado bien, no quería mirar a Alonso, su estado era lamentable.
Drake puso un vaso con cerveza frente a mí y le dije que no quería, eso lo sorprendió y me preguntó si estaba bien.
“No, no estaba bien, ¿podían dejar de preguntarme todos lo mismo?”
-¿Qué sabemos de este hombre?- dije refiriéndome a ese general eiseno- ¿Le gustan el vino, las mujeres? Podría infiltrarme y obtener información.
-Eso no parece ser razonable…
A Drake no le gustaba mucho esa idea. Alonso no dijo nada, pero Arthur había entendido mi plan. Decidieron que íbamos a permanecer allí un tiempo.
-Podemos esperar las noticas, le envié una carta a uno de mis contactos que estaría llegando mañana a la tarde. Ya saben que estoy a su disposición.
Continuaron hablando, yo solo quería irme de allí.
-¿Me puedo retirar capitana?
-¿Tenemos que hablar algo más?- le dijo a Drake.
-No… Pero ya vamos a hablar vos y yo…- me dijo.
-Cuando quieras.
Me había preguntado por los lunares y le dije que no sabía nada, fui una idiota, como si pudiera engañar a Drake…

Salí de ese lugar, no podía soportar verlo así. Ire me siguió pero no pude contenerme más, una vez más las lágrimas bañaban mis mejillas.
-¿Estás bien?
-No…
-¿Estás así por él?
-Digamos que sí…
-Pero por qué…
-Vos viste lo que hizo, casi se muere por mi culpa…
-No entiendo…
-En tres años, que es el tiempo que recuerdo, jamás había sentido algo así por un hombre, y lo acabo de dejar.
-Pero ahora él está así y vos no estás bien.
-Ya se va a olvidar… mañana no se va a acordar de nada.
-¿Y vos? ¿Te vas a poder olvidar?
-Yo voy a hacer que lo olvidé.
Ella se quedó un momento callada y luego dijo:
-Bueno, mejor cambiemos de tema. Hoy estuviste con los lunares…
-Así es. Estuvimos aprendiendo nuestros idiomas ¿querés que te enseñe?
-Sí, me interesaría mucho.
Me fui hablando con Ire, enseñándole las pocas palabras que había aprendido ese día.

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