jueves, 15 de octubre de 2009

Joaquín

“Debajo del velo, el mundo esta cambiando, hijo. El tiempo de la represión tiene que ceder. La hora de los héroes debe comenzar. Debes ir a Freiburg. Debes encontrarlos.”

Había llegado por la mañana a Starke, una pequeña ciudad puerto al sur de Eisen. Pocas eran las mercaderías que poseía la ciudad, incluso su calidad no era la mejor. Solo la famosa cerveza negra, que solo es conseguida en esta ciudad, mantenía un flujo constante de marineros. Y no era un dato para sorprenderse, después de todo, en la vida de un marinero hay lugar solo para dos cosas: mujeres y alcohol.
Termine de almorzar en una pequeña taberna alejada del puerto (y de los problemas) y comencé a buscar alimentos para entregar a Wilma Probst, la regente de Freiburg. Se los daría en concepto de amistad y mi nuevo compromiso para con ella. Compre un cargamento de carnes, granos y un barril de cerveza stout, junto con una carreta y 2 corceles. El comerciante me ofreció partir junto con el y una caravana rumbo a la ciudad. No note malas intenciones en sus palabras, y yo siempre me fio en mis instintos, así que acepte sumarme a el con gusto.
Esa noche conocí a los que serian mis compañeros de viaje. Los 5 eran distintos entre si, pero algo los unía bajo una misma bandera.
El primero se hacia llamar Arthur. Un hombre misterioso, un hijo de la buena gente. Y es todo lo que me atrevería a decir de el. No es bueno suponer cosas ni tampoco pensar mucho en ellos. No lo digo de supersticioso, más bien es cautela.
El segundo se presento como el teniente Drake del navío de la Dama de los Mares. Aunque joven, su rostro lucia avejentado. Probablemente se deba a la carga que lleva sobre si mismo, o simplemente sea por las largas jornadas bajo el sol…
El tercero era un compatriota de mi amada Castilla, Don Alonzo. Pese al ánimo que mostró cuando me conoció, no pudo ocultar la tristeza de sus ojos. Esa misma noche me informo sobre la destrucción de Altamira. Quede impactado por la noticia y compartí con él algunas palabras. Estaba seguro que su pesar no era debido a la tragedia de Altamira. Se trataba de otra cosa. Alguna herida, esas que no se curan con aguja y ron.
Su nombre es Sez, una joven muchacha de piel morena. Su belleza exótica era digna de llamar la atención de todo hombre. Y sus curvas son tan peligrosas como su cimitarra. Ambas cosas logre comprobar tiempo después.
Por ultimo, estaba Ulfen. Un noble eiseno que sabe vivir la vida. O al menos el hecho de que lo acompañaran dos bellísimas mujeres me lo hizo suponer. Su forma de caminar y su armadura dicen mucho de el. Mejor no cruzárselo en el campo.
Cerramos nuestro trato con una ronda de cerveza. Arthur toco unas piezas de flamenco y la alegría se poseyó de la taberna. Bryony, una hermosa avalonesa de cabellos rubios me saco a bailar. Pasaron varias canciones hasta que la música ceso y la gente clamaba por más. Entonces yo mismo tome la guitarra y continúe tocando hasta que la noche termino. Un día más tarde, partiríamos hacia Freiburg, a encontrarnos con nuestros destinos.

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