domingo, 27 de junio de 2010

El viaje de Sez y Alonso - DIA 2

Definitivamente eso no estaba saliendo nada bien, mis intentos por alejarme de él tenían cada vez menos fundamento y sus palabras cada vez me volvían más débil. Tenés que ser fuerte Sez…

Un nombre vino a mi mente esa noche, pero nada más, solo un nombre… y la certeza de que había sido muy importante en mi vida.

Rashâd.

Intenté concentrarme pero nada, ninguna imagen, ningún recuerdo, solo ese nombre.



La noche pasó lentamente, no faltaba mucho para el amanecer, a lo lejos el cielo ya se veía de un azul más claro. Decidí que era tiempo de despertar a Alonso, al menos debía dormir una o dos horas.

-¿Ya paso todo?

-¿Qué? Tenés que hacer la segunda guardia, dejame dormir hasta que amanezca y nos vamos.

-Bueno, ¿está todo tranquilo?

-Sí. No hubo ningún problema. Despertame cuando amanezca.

-De acuerdo. Descansá, yo vigilo.

Me acomodé en un rincón y no tardé en quedarme dormida. Cuando Alonso me llamó me pareció que solo habían pasado cinco minutos… estaba muy cansada.

-Sez, Sez…

Supongo que el cansancio se notaba en mi cara porque me preguntó:

-¿Lista? ¿O querés seguir un rato más?

-No, vamos, cuanto menos nos quedemos en este lugar mejor.

Alonso salió y comenzó a acomodar las cosas en la carreta para continuar el viaje. Cuando todo estuvo listo me dijo:

-Bueno ya podemos partir.

-¿Querés conducir vos?- le pregunté.

-Sí, no hay problema, podés descansar un poco más si querés.

Me acomodé en la parte de atrás de la carreta e intenté cerrar los ojos y tratar de no sentir el suelo moverse. Era difícil dormir en una carreta, pero después de un tiempo me venció el sueño, cuando desperté todo seguía igual. Seguía sin recordar nada del tal Rashâd…

Quizás los que pueden recordar su pasado no se ponen a pensar en estas cosas, pero es muy difícil saber que hay alguien importante ahí y poder descubrir de quien se trata…

-Odio dormir en carretas.

-Sí, una cama suele ser mejor, o la cubierta de un barco, todo depende de la compañía decía mi padre.

-Seguro era muy sabio.

-O seguro conoció a una mujer como vos.

-¿Como yo? Pobre de él…

-Puede ser, pero cualquier hombre que conozca una mujer como vos sería feliz por siempre.

-Lo dudo... Una mujer amnésica, ex asesina, ahora pirata... No me parece...

-Sez, no importa lo que fuimos. Importa lo que hacemos, las acciones que tomamos, inconscientemente eso refleja nuestro interior. Nunca me puse a fijarme si eras pirata, asesina o esclava. Para mí simplemente siempre serás Sez.

-Ah sí, me había olvidado que también fui esclava... Igual Sez es solo un nombre…

-Shezalia, Sez ¿Importa acaso?

-¿Y qué es lo que importa entonces?

-No sé, disfrutar de la vida, de nuestros seres amados. Por ejemplo, podrías disfrutar este momento, de la compañía de un galante caballero.

-Tampoco tengo otra opción.

Sonreí, creo que era la primera vez que lo hacía desde que empezamos el viaje.

-Bueno, al menos volviste a sonreír. Eso es bueno. Tu sonrisa me recuerda al brillo de la luna sobre las agua de un río que atraviesa un hermoso campo castellano.

-Debe ser muy linda tu tierra.

-Aún estás invitada a conocerla, aunque seguramente quede opacada por tu belleza.

¿De dónde sacaba fuerzas para seguir insistiendo? Sí, seguramente ya se había dado cuenta de que mis defensas estaban cada vez más bajas…

-Deberíamos hacer esto más seguido, al menos cada vez que impongas una pared de hielo entre nosotros.

-¿Qué cosa?

-Viajar juntos durante días, al menos así no huirás de mí- dijo riéndose.

Suspiré.

-Creo que seguís sin entender... Parece que te gustara sufrir...

-¿Sufrir, por qué lo decís? Yo no sufro a tu lado, sufro cuando no estoy con vos.

-No entiendo por qué seguís intentando, ya bastante mal te hice.

-No más del que parece que te haces vos misma. Simplemente me di cuenta con lo que pasó lo que siento por vos y que no tiene sentido que no te lo diga. Además prefiero pelear hasta mi último aliento por tu amor, antes que vivir sin haberlo intentado.

Alonso no era cobarde como yo, sí, Drake tenía razón, era una cobarde.

-Encontrarás otra mujer que pueda corresponder a ese amor- le dije.

-¿Por qué estás diciendo eso Sez?

Me quedé callada. No puedo darle esperanzas…

-Deberías saber que no. Y por qué estás tan empecinada en que encuentre otra mujer, que me olvide de vos…

-Ya deberías haberlo hecho.

-No puedo Sez, sencillamente es más fuerte que yo. No le puedo decir a mi corazón que deje de latir por vos, no puedo pedirle a mi cuerpo que deje de recordar el tuyo. Sencillamente no puedo ¿Vos cómo pudiste hacerlo?

Una vez más me quedé pensando, sin saber que decirle. Obviamente que no lo olvidé, no puedo olvidarlo…

-Simplemente lo hice.

-¿Estás segura?

-Sí.

Alonso frenó la carreta de golpe.

-Mirame a los ojos y decímelo. Decime que no sentís nada por mí, que lo que sucedió entre nosotros no fue real. Mirame y decímelo.

-¿Por qué frenás la carreta?

-Si querés que siga respondeme.

Se giró, me miró a los ojos con toda la sinceridad del mundo y el alma abierta de par en par. No podía soportarlo, tenía que cortar eso ahora.

-¿Por qué me hacés repetirlo una y otra vez? Ya te lo dije.

-Porque no puedo creerte. Porque siempre me demostrás que hay lugar para mí en tu corazón. Porque nunca me das una razón, simplemente te corrés de mi vida o no decís nada, y sin embargo siempre estás ahí.

-Lo sé, y te pido perdón por hacerte sufrir en vano.

-¿Porque sufrir? ¿Porque en vano?

No le respondí.

-Lo que pueda sufrir jamás se comparará a lo que puedo disfrutar. En fin, parece que los lunares son duros para el amor.

Quise replicar, ¿pero qué iba a decirle? Le estaba mintiendo descaradamente.

-Deberé empezar de cero solo que será complicado encontrar músicos en este momento. Quizás sean músicos malditos.

Escuché su risa y en ese momento una sucesión de imágenes a toda velocidad surcó la superficie de mi memoria…



¡¡Rashâd!! ¡¡Rashâd!! Un lamento, un dolor solo comparable al dolor de perder para siempre a la persona más importante… La certeza de que la vida y la muerte los separa, a aquellos que no deberían estar separados… Mi amor, Rashâd.

Sentí que me rasgaba por dentro cuando mi mente volvió a ese preciso momento, el momento en que Rashâd se interponía entre el alfanje y mi cuerpo, el momento en que murió para dar su vida por la mía… el momento en que mi alma murió junto a él.

-¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste Rashâd?

-Porque te amo, Shezalia.

-Yo también te amo, no me dejes…

-Lo siento, pero no podía dejarte morir…

Mis lágrimas caían sobre su pecho bañado en sangre…

-No voy a poder vivir sin vos, no me dejes… no te vayas…

-Prometeme que vas a ser feliz Shezalia, prométeme que vas a seguir viviendo.

-No quiero seguir viviendo- dije y tomé una daga con la clara intención de clavármela en el corazón.

-Por favor… no lo hagas… quiero que vivas Shezalia, quiero que seas feliz… Prometémelo. No me dejes morir pensando que vas a cometer una locura…

-Te lo prometo.

Él me sonrió y lentamente su mano fue dejando la mía…



Me abracé a Alonzo y lloré, nunca había llorado así antes. Él me abrazó y sentí su calidez, quería ayudarme, protegerme. Su amor era sincero y verdadero, como el de Rashâd.

-Sez, porque sufrís tanto. Dejame protegerte de todo eso que te hace sufrir.

No me soltó un segundo, solo para secarme las lágrimas, se quedó mirándome a los ojos, esperando que dijera algo…

-No podés Alonzo, no podés protegerme de estos recuerdos, no podés protegerme de mí misma...

-Dejame intentarlo, no podes estar sufriendo así. Y si puedo, todo sea por no volver a verte mal.

No sé cuánto tiempo estuve llorando, él no dejó de abrazarme un segundo, cuando logré calmarme le dije:

-Lo siento, no tengo derecho a que quieras ayudarme, no tengo derecho a que sientas eso que sentís por mí...

-¿Quién dice que no tenés derecho Sez?

-Tenés tanto derecho como Drake, como Keira, como yo de ser feliz. Y no te preocupes por mí, quiero asumir ese riesgo con vos.

No podía hablar… ahora entendía por qué me dolía tanto que él se arriesgara así por mí… No quería que le pasara lo mismo, no quería volver a sentir lo mismo. Cada vez que él hacía eso volvía a sentir lo mismo que cuando murió Rashâd.

No me separé de él, no podía, el dolor era demasiado para soportarlo sola. Y aunque hubiera querido alejarme de él, seguramente no me lo hubiera permitido.

No sé cuando fue que me quedé dormida, el cansancio y el dolor me habían vencido. Cuando desperté la capa de Alonso me cubría y yo estaba abrazada a él. No me había soltado, incluso después de quedarme dormida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario