martes, 22 de septiembre de 2009

Sez



Libertad.

Desperté en una cueva oscura, no recuerdo mucho de esos primeros días. Tenía frío, mucho frío, prácticamente estaba desnuda, y me encontraba atada de manos y piernas con gruesos grilletes. A lo lejos veía una pequeña luz, aquella que nunca iba a poder alcanzar. Afuera escuchaba el sonido del mar, las olas rompiendo en la playa.
Comencé a sentir mucha hambre, hasta que incluso eso lo olvidé. No era consciente más que de mi propia presencia, del dolor que sentía en las muñecas y los tobillos y del horrible olor de mis propios excrementos
¿Cuánto tiempo llevaba así? Pasaban los días afuera porque veía como la luz se oscurecía y luego volvía a aparecer.
¿Dónde estaba? ¿Quién era? ¿Cómo había llegado a ese lugar?
Grité tanto hasta que me quedé sin voz, pero nadie me escuchó, quizás no había nadie allí. Me pregunté quién tendría tanta maldad en su corazón como para dejarme abandonada allí. Seguramente no sería largo, moriría de hambre de un momento a otro…
Escuché unos pasos, cuando quise pronunciar palabras no pude, tenía la garganta tan seca de la sed que el solo pensar en querer hablar me dolía.
Un hombre me sacó de ese lugar, Drake, creo que jamás voy a poder agradecerle lo que hizo por mí ese día.
-No tengas miedo, no voy a hacerte daño…
Hacerme daño… agradecí no recordar nada, agradecí no poder confirmar lo que me estaba imaginando ¿Qué me habían hecho? Drake me llevó afuera de la cueva, gracias a la poca luminiscencia que entraba todos los días no me quedé ciega al salir nuevamente al exterior. Me llevó hasta la orilla del mar y me ofreció agua, bebí con ansiedad y me sacié, ni el mejor vino volvió a tener el sabor de esa agua.
-¿Cómo te llamas?
-No lo sé… No sé quien soy… no recuerdo nada.
-Bueno, tendré que llamarte de alguna forma.
Él se acercó a mí y yo retrocedí, no sabía por qué pero no quería que ningún hombre se me acercara en ese momento. Él no se acercó más, quizás él también imaginó lo mismo que yo.
-Tu colgante…- me dijo él- ¿qué dice?
Un colgante, ni siquiera me había dado cuenta de que lo tenía puesto. No sabía cómo pero pude entender la escritura.
-Dice “Sez”
-Te llamaré Sez entonces ¿te gustaría?
-Sí…
Drake volvió a la cueva, yo no quería acercarme allí; no, no quería volver a ese lugar. Cuando regresó tenía un objeto en sus manos y me lo entregó.
-Creo que esto es tuyo, no sé para qué servirá pero quizás te ayude a recordar.
Hice ademán de no recordar nada, pero sí sabía para qué servía.
-Sirve para predecir el clima.
-Entonces nos será muy útil. Tenemos que salir de esta Isla.
Una Isla, no recordaba haber llegado a ninguna Isla, no recordaba nada antes de haberme despertado en esa cueva.

Drake

Drake y yo estuvimos un mes en ese lugar, un mes en el que fui dándome cuenta de las habilidades y conocimientos que poseía. Era muy extraño, no recordaba nada de mi pasado, pero cuando era necesario mis habilidades resurgían a mi memoria. Para averiguar qué idiomas sabía hablar Drake comenzó a hablarme en los idiomas que él conocía. De los que yo no parecía conocer él comenzó a enseñarme algunas palabras. Dejé de tenerle miedo. Al principio, quizás debido a mis experiencias que no recordaba pero que evidentemente habían dejado una gran marca, era reticente a acercarme a él.
Cómo decirlo, para mí Drake era una especie de “dios”. Era mi salvador, el hombre que me había rescatado de la oscuridad en la que otros me habían abandonado. Sobrevivimos juntos un mes en la isla en la que nuestra amistad se forjó y creció.
Yo no recordaba nada de mi pasado, él sí recordaba el suyo pero no quería hablar mucho de él, entonces los dos decidimos que desde ese momento eso ya no importaba, íbamos a vivir ese presente, hasta que algún barco se acercara lo suficiente y pudiéramos salir de esa Isla, que tan mal no estaba teniendo en cuenta las prisiones en las que habíamos estado hasta entonces.
Sé que a Drake le hubiera gustado averiguar mis habilidades con las armas, pero lo cierto era que no había esas cosas allí, sin embargo improvisó dos “espadas” con ramas de árboles y pude descubrir lo que era capaz de hacer. Cuando él me golpeaba yo me defendía y lo atacaba a él que a duras penas podía detener los golpes que le asestaba.
-Si puedes hacer eso con un palo, no me imagino lo que harías con una espada…
-No recuerdo haber sostenido una espada en mi vida.
-Pero es evidente que sabes sobre el asunto.
Ambos entrenamos bastante en la playa, corríamos, hacíamos ejercicios y además estudiábamos. Drake era un hombre instruido, había ido a la universidad. Me pregunté si yo también lo había hecho.
Una noche estábamos admirando el mar, la luna le daba ese brillo plateado a las olas que rompían frente a nosotros. El clima era ideal, la brisa del mar no era fría y nos quedamos allí luego de comer algunos frutos que habíamos recolectado durante el día, uno sentado al lado del otro, mirando hacia el horizonte. Ya casi habían pasado treinta días, en los que Drake y yo nos habíamos permitido conocernos en todos los aspectos, salvo en uno…
Él se quedó mirándome fijamente, cuando me di cuenta le sonreí.
Tenía unos ojos muy claros, debajo de esa barba desprolija se encontraba un hombre muy atractivo. La situación era ideal para que también nos conociéramos en ese otro aspecto. Sabía que él estaba pensando lo mismo que yo, y me acerqué más a él. Unas palabras románticas de mi salvador hicieron el resto. Nos besamos apasionadamente bajo la luz de la luna, él me acarició y sentí el fuego correr por todo mi cuerpo. Nos desvestimos y nuestros cuerpos se conocieron por fin sobre la arena de la playa.
Al día siguiente un barco se acercaba a la Isla, nuestra vida allí se terminaba, era hora de empezar de nuevo, y así como esa pasión había nacido así terminó, tan rápido como había empezado. Pero nunca voy a olvidarme esa noche, y estoy segura que él tampoco podrá olvidarla.

Alonzo

Jamás estuve con ningún hombre de la tripulación del barco. Yo no conocía mi pasado y no podía atar a nadie a mi destino incierto. Así que cuando quería estar con un hombre esperaba llegar a un puerto. En las tabernas elegía a un hombre que me gustara y lo seducía, creo que hasta hoy ninguno pudo resistirse a mis encantos. Entonces era fácil, satisfacía mi deseo, dejaba contento a mi acompañante y al día siguiente (o pocos días después) el barco zarpaba y con él todo tipo de relación que pudiera llegar a tener.
Si bien no era lo ideal, tampoco me molestaba, y además no hacía daño a nadie. A veces Arthur se ponía a tocar alguna pieza en las tabernas que visitábamos y algún hombre se ponía a bailar conmigo, me gustaba mucho bailar, quizás en mi vida anterior hubiera sido mi profesión… en fin, no sabía nada de mi pasado, y no recordaba nada tampoco, ni imágenes, ni personas, ni recuerdos… nada.
Pero como siempre que uno tiene planes, esos planes por lo general nunca salen como uno quisiera… Habíamos llegado a Iskander con la intensión de vender mercancías que habíamos obtenido en el anterior saqueo. Eso era bueno porque iba a haber paga. Así que fuimos a una taberna y obviamente fui con mi objetivo de siempre de conquistar algún alma por una noche. Arthur comenzó a tocar un baile alegre, miré a mi alrededor y no me gustó ninguno de los hombres que estaban allí, así que saqué a bailar a Alonzo.
Él le pidió a Arthur que cambiara el tono de la música a un flamenco. Era muy bueno bailando y hacía pasos muy complicados así que viendo que podía seguirme yo también empecé a hacer giros inesperados. Fue muy divertido, pero a la vez… jamás nadie había bailado conmigo de esa manera… La pasión del castellano en ese baile me cautivó. Fue como si nos hubiéramos conocido en ese momento a pesar de que llevábamos tiempo de viajar en el mismo barco.
Alonzo. Me dijo palabras hermosas esa noche… y se me presentó por primera vez el interrogante. “Jamás con alguien de la tripulación”, mis propios pensamientos regresaron a advertirme. Pero Alonzo era un caballero, que pocos había conocido. Volvimos al barco y dormimos abrazados en la cubierta. Un extraño sentimiento ¿Sería felicidad? me embargó antes de quedarme dormida en sus brazos.
Cuando tocamos puerto otra vez decidí que quizás no debía seguir haciendo caso a ese precepto que me había impuesto. Sí, Alonzo era de la tripulación ¿y qué? Busqué una lujosa posada con la clara intención de llevarlo allí esa noche. Cuando salimos de la taberna después de haber bailado juntos, le dije que lo iba a llevar a otro lugar. Cuando llegué le pedí un buen vino al posadero. Subimos a la habitación y serví las dos copas. Él estaba sentado en uno de los sillones. Comenzó a conversar, pero yo no quería eso. Estaba esperando que yo tomara la iniciativa así que me acerqué a él y lo besé en los labios. Recuerdo que me dijo que él iba a devolverme una noche mucho mejor que aquella.
Él me acarició mientras me decía hermosas palabras… jamás me había sentido así antes, al menos no en el tiempo que recordaba. Me llevó a la cama y nos desvestimos mutuamente hasta que solo sentí su piel contra la mía, su calor… ¿Qué era eso que estaba sintiendo? Pasión… pero también había algo más. Decidí dejar de pensar de una vez y me entregué a sus brazos.
Al día siguiente cuando me desperté él me había traído el desayuno y un hermoso ramo de flores… Decidí que ya no había vuelta atrás. Iba a hacer feliz a ese hombre así como él me hacía feliz a mí.

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